Hijas dispuestas a lo que sea por heredar (III) VictoriaSG(victoriaserranogijon@gmail.com)

 

 Me había confiado demasiado pronto. Aunque necesitó el alcohol para hacerlo, Teresa siguió el mismo camino que su hermana mayor. Era la segunda de mis hijas que utilizaba cualquier medio a su alcance para asegurarse un buen pellizco en la herencia, con la diferencia de que ella estaba borracha, lo que hacía que fuese aún menos ético.

Creía tener claro que jamás traspasaría esa línea, pero la insistencia de mi hija en intentar bajarme la cremallera y sacarme la polla me lo estaba poniendo muy difícil. Teresa no paraba de moverse, lo que provocó que se le bajara uno de los tirantes de su vestido, haciendo que su menudo pecho izquierdo quedara al descubierto.

El tamaño de sus tetas era ridículo en comparación con el de las de Úrsula, pero resultaban adorables. Mientras ella seguía empeñada en sacármela, yo no podía dejar de pensar en metérmela entera en la boca y succionarle su pequeño pezón. Finalmente consiguió bajarme la cremallera y metió la mano para agarrar mi endurecida verga.

- Hija, no sigas, has bebido mucho.

- Sé lo que hago.

- No, no lo sabes.

- Si te doy placer me dejarás toda tu fortuna, como hizo el abuelo.

- Nadie sabe si ese fue el motivo.

- Da igual, tú relájate y disfruta.

- ¿Por qué quieres más dinero que tus hermanas?

- Porque me lo merezco.

Intenté apartarla, pero ya tenía la cabeza metida entre mis piernas. Tratando de alejarla de mí de cualquier modo, coloqué una mano en su muslo más cercano. No lo hice con malas intenciones, pero palpar la suave y joven carne de mi hija, encima a tan pocos centímetros de su sexo, consiguió que perdiera el control por completo.

Teresa consiguió llevarse mi polla a la boca y comenzó a chuparla con ansia. Lo hacía tan bien que resultaba evidente que aquella no era la primera mamada que hacía. La mano que tenía libre la coloqué en su nuca, al principio con la intención de apartarla, pero finalmente para acompañar sus veloces movimientos de cuello.

Tenía el coche aparcado justo delante de casa, cualquiera podía vernos, pero no era capaz de volver a decirle a mi hija que parara. Teresa engullía mi tranca, metiéndose en la boca cada vez más centímetros sin apenas pestañear. A pesar de su estado de embriaguez, sabía perfectamente lo que estaba haciendo y con qué objetivo.

Finalmente me rendí, opté por bajarme los pantalones y relajarme mientras mi hija me la chupaba. Con una mano le iba acariciando el pelo mientras que con la otra le tocaba el culo, aprovechando que el vestido se le había subido. Sus nalgas no eran excesivamente carnosas, pero daba gusto manosearlas, sobre todo en una situación así.

Quise cerrar los ojos, pero el monstruo interno me pedía abrirlos y deleitarme con la visión de mi niña haciéndome una mamada. Sus gruesos labios, además de succionármela a las mil maravillas, le daban un aspecto de lo más morboso. Eso, junto a sus preciosos ojos verdes, que no dejaban de mirarme mientras me la comía, me tenían exageradamente cachondo.

Me la había cubierto entera de saliva y seguía subiendo y bajando a toda velocidad. Era consciente de que podía correrme en cualquier momento, así que sopesé la idea de avisarla o no. Pero en el momento en que se llevó mis huevos a la boca supe que no le iba a decir nada, que aceptaría de buen gusto recibir mi leche en su boquita.

Cuando mi resistencia se agotó la agarré fuertemente por el pelo. Teresa entendió lo que aquello quería decir y comenzó a pajearme, con sus labios alrededor de mi glande. La sensación era espectacular, pero la visión resultaba todavía más excitante. Mi hija estaba preparada para recibir mi semen, así que me corrí en su boca. Fue mucha cantidad, pero se lo tragó todo sin protestar.

- Ninguna de mis hermanas te va a dar un momento así.

- No subestimes las ganas que tienen ellas también de heredar.

- Supongo que Úrsula lo intentará, si no lo ha hecho ya, pero no tiene mi talento.

- ¿Y las otras dos?

- Podría ser, pero debes saber que una de ellas sigue siendo virgen.

- Espero que sea Coral, solo tiene dieciséis años.

- ¿Qué más da? Mi nombre es el único que debe figurar en el testamento.

La sorpresa que me producía que todas mis hijas fuesen de esa manera impidió que pensara más a menudo en lo que yo me estaba convirtiendo. Era como si el fallecimiento de mi mujer nos hubiera transformado a todos en personas distintas, cada uno movido por un interés. Ellas querían el dinero y yo saciar la curiosidad que siempre me produjo mantener relaciones sexuales con un familiar.

Podía llegar a entender que ellas quisieran sacar la mayor tajada posible una vez que yo ya no estuviera, pero no comprendía por qué todas querían ser las únicas beneficiarias. Siempre había creído que mis hijas se llevaban bien y resultó que estaban dispuestas a cualquier cosa con tal de no tener que repartirse el dinero.

Lo ocurrido con Úrsula me preparó para saber contener la vergüenza y los remordimientos, pero esperaba que Teresa se sintiera mal a la mañana siguiente. Sin embargo, fue la primera en despertarse y lucía una sonrisa de oreja a oreja. Me desconcertó que estuviese tan contenta, que no diera ninguna señal de arrepentimiento.

- ¿Qué tal la resaca?

- Apenas la noto.

- Pues bebiste bastante, no sé si te acordarás de algo de anoche.

- Papá, me acuerdo de todo.

- ¿Y no te arrepientes?

- En absoluto. De hecho, pienso repetir.

- ¿Lo dices en serio?

- No voy a parar hasta que me asegures que todo es para mí.

Durante las siguientes semanas, Teresa se las apañó para quedarse en muchas ocasiones a solas conmigo. Me demostró que el alcohol no había influido, que estando sobria también se mostraba dispuesta a darme placer. El único problema era que yo cada vez estaba más descontrolado, pero ella no parecía dispuesta a pasar del sexo oral.

Me la chupaba a todas horas, cada vez mejor, pero siempre dejándome claro que la penetración era una línea que no estaba dispuesta a cruzar. En el fondo agradecía que ella pusiera los límites, ya que yo me veía incapaz. El problema era que fantaseaba a todas horas con follármela. Aun así, su lengua juguetona me tenía casi convencido para escribir el testamento y dejarle a ella una parte mayor.

Decidí posponerlo para cuando volviera de vacaciones. Tanto ella como sus dos hermanas mayores habían hecho planes con amigas y a mí no me había quedado más remedio que acceder a que se fueran. Sin embargo, a la pequeña no se lo permití. Tenía la intención de irse dos semanas a la otra punta del mundo, y me parecía que era demasiado joven para un viaje así sin supervisión.

Con mi decisión lo único que conseguí fue que Coral se convirtiera en la única de las cuatro que en vez de intentar ganarse mi aprobación me odiara abiertamente. Desde el primer día en que nos quedamos los dos solos en casa no tuvo reparo en hacerme saber que me despreciaba por haberle impedido hacer ese viaje con sus amigas.

La pequeña siempre fue mi gran esperanza, pero enseguida me di cuenta de que era la más problemática de las cuatro. No quería tenerla de mal humor, pero prefería eso a que su actitud fuese la misma que la de sus hermanas. Coral era demasiado joven, si me pasaba algo no podía negarle una parte de la herencia sin necesidad de que tuviera que ganársela.

- ¿Vas a estar todo el verano enfadada?

- Sí, a no ser que te mueras antes.

- Joder, Coral, que soy tu padre.

- Sí, el que me ha dejado sin vacaciones y pretende que nos ganemos la herencia.

- No te preocupes, tu parte está garantizada.

- Yo no quiero una parte, lo quiero todo.

- ¿Tú también estás con eso?

- Pues claro.

- Te voy a proponer una cosa y a ver qué te parece.

- Di lo que tengas que decir.

- ¿Por qué no nos vamos tú y yo una semana a la playa?

- Porque mi plan era con mis amigas, no contigo.

- Pero algo es algo, ¿no?

- ¿Puedo elegir sitio?

- Sin ningún problema.

- ¿Y me dejarás a mi aire o vas a estar todo el rato encima?

- Voy a estar encima, pero habrá ratos que te dé libertad.

- Bueno... mejor que estar aquí encerrada.

En menos de una hora Coral había reservado una semana entera en un lujoso hotel justo en primera línea de mar. Me iba a costar un dineral, pero me parecía poco si conseguía pasar unos días tranquilos junto a mi hija pequeña y descubrir que al menos una de ellas podía ser normal. La expectativa de unas buenas vacaciones redujo su mal humor.

Apenas una semana después ya teníamos las maletas hechas y poníamos rumbo a la costa. Nada más llegar, Coral se llevó el primer disgusto. Aunque ella estaba convencida de que había pedido una habitación con dos camas, en el hotel aseguraban que en la reserva constaba que no era así. Traté de calmarla diciéndole que nos darían otra, pero fue imposible, ya que tenían el aforo completo.

Hecha una furia, mi hija rebuscó en su maleta, cogió uno de sus bikinis recién comprados y se encerró en el cuarto de baño para ponérselo. Yo llegaba exhausto de tanto conducir, pero ella quería ir directamente a la playa. Le hubiese concedido cualquier capricho con tal de no discutir, hasta que vi con qué pinta pretendía ir.

- Me estás tomando el pelo, ¿no?

- ¿A qué te refieres?

- A que ese bikini no era de tu talla ni cuando tenías dos años.

- No te pega ir de padre que se preocupa por cómo visten sus hijas.

- Eres menor de edad, tienes que ir más tapada.

- ¿Tapada a la playa?

- Llevas todo el trasero al aire y la parte de arriba a duras penas te cubre los... eso.

- Se llaman pezones.

- Ya lo sé.

- ¿No crees que este culo hay que lucirlo?

Quizás fuese porque solía lucir pantalones anchos o simplemente porque mi atención por lo general iba dirigida hacia las mayores, pero era cierto que no me había fijado en que Coral tenía un culo espectacular. Tras ese mini tanga que apenas llegaba a cubrir unos milímetros de su piel, había unas nalgas respingonas que daban ganas de clavarles todos los dedos.

Tras desarmarme con sus argumentos, Coral se fue hacia la playa sin esperarme. Salí detrás de ella, pero no la alcancé hasta que ya había llegado y decenas de hombres de todas las edades le miraban el culo sin ningún disimulo. A pesar de todo lo que yo ya había hecho, me indignó ver a esos pervertidos mirando a mi hija.

Al verme entornó los ojos y se fue directa al agua, mientras yo colocaba la toalla e intentaba serenarme. Coral iba y venía, regalándome unos planos espectaculares de su humedecido cuerpo y yo solo podía repetir una frase en mi cabeza: "con ella no". Fue mucho peor cuando se tumbó boca abajo para tomar el sol, colocando hacia arriba sus dos perfectas pompas de carne.

De vuelta al hotel, intenté por todos los medios que nos cambiaran la habitación o que me dieran otra para no tener que dormir con mi hija. Lo extraño era que Coral no intentaba nada, en esa ocasión era yo el que estaba sufriendo para contenerme. Esa primera noche conseguí que se mantuviera a mi lado, que aceptara ir a dar un paseo y tomar un helado conmigo.

Después no nos quedó más remedio que volver al hotel y meternos los dos en la misma cama, aunque cada uno en una esquina. Habíamos conseguido limar asperezas, pero ya nada iba a hacer que me quitara esa tensión que sentía con solo verla. Coral se había acostado con un top y un pantalón cortito que apenas cubría esas maravillosas nalgas, lo que impidió que consiguiera coger el sueño.

Por absurdo que pudiera parecer, comenzaba a preguntarme por qué mi hija no estaba intentando provocarme como las demás. Era la única a la que no tenía intención de tocar, sin embargo, se estaba convirtiendo en mi mayor obsesión. A lo largo de la noche, de forma involuntaria, Coral se acercaba cada vez más a mí, llegando a rozarme con sus glúteos.

La noche se me estaba haciendo eterna. Tenía una erección de caballo y todos mis pensamientos eran perturbadores. Me comenzaba a plantear seriamente la opción de masturbarme teniendo a mi hija al lado, aunque solo fuese para tratar de evitar hacer una barbaridad mayor. Coral volvió a acercarse a mí mientras dormía y yo la aparté buscando que se despertara.

- ¿Qué pasa?

- Es que no lo entiendo, Coral.

- Yo sí que no te entiendo, son las cinco de la madrugada.

- Tus hermanas lo han intentado, pero a ti parece que te da igual.

- No sé a qué te refieres.

- Quieres una parte mayor de la herencia, pero no haces nada para conseguirla.

- Pensé que era suficiente con ser tu favorita.

- ¿Por qué todas pensáis lo mismo?

- Las demás no lo sé, pero yo porque soy la pequeña.

- Pues eso no te garantiza más que una mínima parte.

- Y quieres que haga algo, ¿no?

- No es que quiera, pero...

- Pero mis hermanas me llevan la delantera. Todas menos Dakota, imagino.

- Lo que yo quiero es dejártelo todo a ti.

- ¿A cambio de qué?

- Por favor, no me obligues a decirlo.

- Quieres follarme, ¿verdad?

- No, porque sé que eres virgen y...

- ¿Virgen yo? ¿Quién te ha contado esa mentira?

- Teresa me dijo que una de vosotras lo seguía siendo.

- Claro, Dakota la monjita.

- Igualmente no puedo hacer nada contigo, aunque sea un monstruo que lo desea.

- Pero ¿me darías más dinero si lo hiciéramos?

- Sí.

- Entonces no alarguemos más esto y métemela.

Queriendo terminar lo antes posible, Coral se quitó el pantalón y se abrió de piernas para que yo hiciera lo que ella pensaba que quería hacer. Pude ver su joven coñito, totalmente depilado y dispuesto a que yo lo penetrara. Se me caía la baba con solo mirarlo, pero no era eso lo que había imaginado en mis más turbias fantasías con mi hija pequeña.

- ¿A qué estás esperando?

- Es que...

- ¿Qué? Habla claro.

- No es por ahí por donde quería metértela.

- ¿Quieres follarme el culo?

- Una única vez y será todo tuyo.

- Está bien, pero quiero estar presente cuando hagas el testamento.

- Trato hecho.

En ese momento hubiese dado absolutamente cualquier cosa a cambio de penetrar el virginal culo de mi hija pequeña. Ella parecía no darle demasiada importancia, como si todo le pareciera poco en comparación con lo que podía ganar. Coral tampoco tenía remordimientos a la hora de acostarse con su padre o de dejar a sus hermanas sin nada.

Se deshizo del top, dejando al descubierto sus diminutas tetas y se colocó a cuatro patas sobre la cama. La visión trasera tanto del culazo como de su sexo era todavía más morbosa. Tras pedirme que me lubricara la polla con saliva y que entrara con cuidado, Coral se dio una fuerte palmada en las nalgas para indicarme que ya estaba preparada.

- Espero que tengas en el banco tanto como dice la tía.

Continuará...

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Desvirgada por mi padre Ruben

EL CUMPLEAÑOS DE MI HIJA.por Peter the king.