Desvirgada por mi padre Ruben
Me llamo Estefanía, llevo varios días con sueños muy raros. Mi padre murió hace un mes y, fue ahí donde empezaron esos sueños. Me da vergüenza hablar de este tema así que lo contaré por aquí, con la intención de desahogarme a ver si me ayuda. Los sueños son fragmentos de algo que paso hace unos años. Será mejor que empiece por el principio.
Tengo 19 años, y lo que voy a contar pasó hace unos tres. Recuerdo que sería medio día, mi padre dormía una siesta siempre después de comer. Yo me puse a hacer mis deberes, como siempre. Mi madre es enfermera y estaba trabajando en ese momento. Así que estaba sola en mi habitación haciendo unos ejercicios de matemáticas, que no se me daban nada bien. Recuerdo que decidí desconectar un poco y colocar la ropa limpia en mi armario. Mi madre la había dejado toda junta en su habitación porque sabe que a me gusta ordenar mis cosas. Soy muy maniática. Salí de mi cuarto y crucé el pasillo hasta la habitación de mis padres.
Abrí lentamente la puerta, para no despertar a mi padre. En ese momento lo vi, me quedé paralizada, con la puerta medio abierta, una mano en el pomo y la otra en el marco. No podía salir de mi asombro. Mi padre dormía desnudo y su pene estaba a la vista. Era la primera vez que veía así a mi padre. La habitación apenas estaba iluminada por la luz que entraba por la ventana, dibujando perfectamente la silueta de su cuerpo. Dormía de lado, de cara a la puerta, y su miembro caía sobre su pierna. Ignoraba que estuviese también dotado, tampoco se me había pasado nunca por la cabeza el tamaño que tendría. En ese momento, me acordé de mis amigas. Siempre estaban hablando sobre lo bueno que estaba mi padre. Es atractivo y a mis amigas, les gustaba ir a mi casa solo para verlo y bromear con él. A esa edad, con el pavo, todo eran cuchicheos y risa tonta, estaban desatadas. Me preguntaba qué harían ellas en mi situación, en ese momento.
Los pensamientos más sucios invadieron mi cabeza, seguía embobada sin poder quitar la vista de semejante elemento. Pensaba que tenía que estar enferma, aún lo pienso. Quería tocar ese pedazo de carne que le caía sobre la pierna. Vi mi ropa, que estaba en una silla al lado de la cama, y me acerqué sigilosamente para no hacer ruido. Cuando estuve con la ropa en mis brazos, volví a mirar a la cama. Podía verlo con más detalle, cómo no me había dado cuenta en todos estos años. Definitivamente algo andaba mal en mi cabeza.
Lentamente, me senté en el borde de la cama. Puse la ropa en mis piernas y, muy despacio, fui acercando mi mano a su pene. El corazón se me iba a salir. Recuerdo que pensaba en alguna excusa por si se despertaba. ¿Cómo iba a explicar lo que estaba haciendo? Mi brazo se iba estirando poco a poco, despacio pero sin pausa. Una parte de mi quería parar y salir de la habitación, pero, otra parte, no dejaba de alargar el brazo. Solo escuchaba mi respiración y mi corazón acelerado hasta que por fin, sentí en la yema de mis dedos la piel de la polla de mi padre. Sin moverme, miré su cara, esperando una reacción. Supongo que no fue suficiente estímulo para que se despertara. En un arrebato que no puedo explicar, agarré el pene con toda mi mano. Mi padre, sobresaltado, abrió los ojos, con la cara descompuesta. Retrocedió de un salto, tapándose, y gritando:
- ¡Qué coño estás haciendo!
Yo no sabía dónde meterme, agaché la cabeza, temblando, esperando que me tragara la tierra. Quería salir corriendo, pero mi cuerpo no respondía y, además, a dónde podría ir.
- ¿Se puede saber qué haces? Me volvió a preguntar mi padre muy alterado.
Yo, como una cría, me puse a llorar desconsoladamente.
Mi padre se sentó a mi lado, esperando una respuesta. Recuerdo que me dijo que esperaría a que terminara de llorar para que le explicara qué hacía allí.
Después de un rato, que pareció interminable, cogí una de las camisetas dobladas que tenía a mi lado para secarme las lágrimas y comencé a justificar lo injustificable. Parece que fue ayer:
- Lo siento, es que mis amigas solo hablan de ti cuando vienen a casa. Me preguntan por ti y por tu...
Me avergonzaba tanto que no era capaz de decirlo. Intenté seguir, la voz me temblaba y las lágrimas seguían cayendo.
- Ellas se llevan todo el día hablando de sexo, y yo no sé qué decirles. Han hecho de todo y yo soy la tonta del grupo. Pero no tengo novio, ni amigos con de confianza. Y cuando te vi ahí dormido, no pude contener la curiosidad, quería saber que se sentía. Lo siento.
No dejaba de disculparme mientras hablaba, las lágrimas eran continuas, no podía mirarlo a la cara.
- Pero esto no está bien, soy tu padre, si tú madre se entera nos mata a los dos. Deberías haber hablado conmigo.
Siempre fue muy comprensivo conmigo, más que mi madre. Obviamente no tenía intención de ir contando nada a nadie, no quería crear sobre mí la imagen de enferma mental.
Mi padre se levantó y se quedó de pie, parado frente a mí, yo solo le veía los pies, era incapaz de levantar la mirada. Me agarró la barbilla y me secó las lágrimas mientras me levantaba la cabeza. Recuerdo que yo tenía los ojos fuertemente cerrados, y me dijo:
- Esto no se lo puedes contar a nadie. Nos podemos meter en un lío muy gordo. Así que prométeme que será un secreto. Nuestro secreto.
Yo asentía con la cabeza, con los ojos cerrados, incapaz de mirarlo.
- Abre los ojos tonta. No pasa nada, todo está bien hija. ¿Que querías hacer, mientras yo dormía?
- Nada, solo tocarla para ver que se sentía.
- Pues venga, abre los ojos y sal de dudas. No llores más. Entiendo que tengas dudas e inseguridades y antes o después lo irás descubriendo. Sinceramente, aunque no esté del todo bien, prefiero que sea así y solucionar todas las dudas que tengas. Hay mucho enterado por ahí, que querrá aprovecharse de tu inocencia, prefiero que vayas preparada para todo.
Yo estaba desconcertad, no estaba entendiendo nada, noté su mano acariciando mi cabeza. Me sentía tranquila, más relajada y además, era mi padre, eso me daba seguridad.
Cuando abrí los ojos, lo vi delante de mí. La Luz entraba por la ventana que estaba a mi espalda, iluminándolo, pudiendo apreciar casi, cada detalle de su cuerpo. Me sequé las lágrimas que recorría mi cara y miré hacia arriba para ver su cara. Él asintió con la cabeza, con media sonrisa. Yo llevé mi mirada a su pene, no pude evitar mostrar mi asombro al ver su tamaño. No había visto muchas pollas pero sabía que la de mi padre era enorme. Le colgaba como un trozo de carne sin vida.
Me preguntó si me encontraba bien, lo hizo varias veces. Siempre se ha preocupado por mí. Intenté hablarle, pero no solo pude asentir con la cabeza. Mientras apretaba la ropa en mi regazo, la que fui a recoger, y la dejé a un lado de la cama.
Extendí lentamente mi brazo, y acaricié su miembro por completo con mi dedo. Su polla se movió sola un par de veces y, para mi asombro, empezó a ponerse más grande. Lo agarré desde su base con una mano y aún cabía una mano y media más. La tenía un poco flácida, pero no duró mucho en ese estado. Cuando la agarré con la otra mano, viendo como le sobresalía el glande, pude ver como unas gotas le salían de la punta, como si su pene babeara, pensé yo.
Mi padre me iba explicando todo, no era tonta, pero había cosas que, en esa época no sabía. Me explicó que se empalmaría, y estaría excitado.
Y así era, su polla se puso dura como una piedra, era enorme y llena de venas. El me cogió las manos y me dijo que las moviera, para masturbarlo. Así lo hice, lo masturbaba, con las dos manos. Recuerdo que me cansaba y él me decía que fuera alternando las manos, acariciando los huevos y para descansar podía chupársela.
No tenía ni idea de cómo se hacía sexo oral en aquella época. Yo solo miraba su enorme pene, mientras lo pajeaba. No estaba muy segura de lo que estaba haciendo, pero llegados a ese punto, que podría pasar. Me decidí a sacar la lengua, para lamer la cabeza de aquello. Me sorprendió el sabor, pero no estaba malo.
- Abre la boca, imagina que es un Chupa Chups, pero no le des con los dientes, solo con los labios y la lengua. Juega con tu lengua.
Y así lo hice, abrí la boca sacando la lengua, y el lentamente me la introdujo. Casi no cabía de grosor, me entró la cabeza y un poco más. El me cogió la mano y me indicó como seguir masturbándolo mientras se la chupaba. Recuerdo que estaba muy nerviosa y que me estaba excitando, aún lo hago cuando pienso en ello. Su polla era gorda y estaba llena de venas. Yo miraba hacia arriba para ver su cara y saber si lo estaba haciendo bien. Podía oír su respiración, acelerándose y cada vez más intensa. En alguna ocasión, cuando su polla llegaba a mi campanilla, me daba una arcada pero yo, seguía intentando hacer una mamada lo mejor que podía.
Mientras él me recogía el pelo para quitármelo de la cara, Me decía:
- Muy bien hija, lo estás haciendo muy bien. Recuerda que en el sexo tienen que disfrutar los dos. Cuando estés con un chico tiene que hacerte disfrutar, y tú debes saber cómo. Yo te enseñaré, si quieres. ¿Te apetece?
Yo lo miré, con su pene aún en mi boca, y me encogí de hombros. Estaba más nerviosa que antes, sudando y muy caliente. Estaba excitadísima, pero en aquel momento no estaba segura de lo que estaba sintiendo. Mi padre, dio un paso atrás, sacando su miembro de mi boca. Tomó mis manos para indicarme que me levantara, quedando frente a él, de pie, tan pegados como su polla nos permitía. Llevó sus manos a mi cintura y, lentamente, fue subiendo mi camiseta dejando mis senos al aire. Los agarró fuertemente para besarlos y seguidamente se puso de rodillas. Pasó sus manos acariciando mi cuerpo, hasta mi culo. Mi corazón iba a estallar. Agarró los pantalones por detrás, y los fue bajando mientras besaba mi abdomen. Yo estaba inmóvil, mis brazos caían sin saber cómo reaccionar, solo me dejaba hacer. De vez en cuando, pensaba en la situación, en mi madre, en lo que estaba haciendo con mi padre y en qué diría la gente si se supiese. Pero estaba tan fuera de mí, que no sabía reaccionar, solo disfrutar lo que mis nervios me permitían.
Él me dijo que me relajara, empujándome a que me sentara de nuevo en la cama y así lo hice. Me imaginaba lo que iba a hacer y no estaba segura de si quería o no, pero no me salían las palabras. Metió sus enormes manos por detrás de mis piernas, haciendo que yo me tumbara en la cama. Me agarró por detrás de las rodillas, elevándome las piernas flexionadas, casi hasta la cara. Yo lo podía ver a él, entre mis piernas, de rodillas en el suelo. Me sentía tan vulnerable, que decidí relajar la cabeza en la cama, mirando al techo y esperar a ver qué pasaba. Sentía calor en mi coño, lo notaba húmedo y su respiración indicaba que estaba muy cerca. Cuando pasó su lengua de abajo hasta arriba de un lametazo, me estremecí, y él se dio cuenta.
- Tranquila, ahora te toca a ti disfrutar, recuerda que si no te gusta o prefieres otra cosa tienes que decirlo. Esto es por ti. Tú vagina tiene que estar bien lubricada. No has estado nunca con nadie ¿verdad? En esta situación, quiero decir.
Yo negué con la cabeza. Porque la voz no me salía, no entiendo porque no era capaz de hablarle en ese momento. Estaba disfrutando y además, era mi padre. No podría estar más segura con nadie, me estaba enseñando cosas, que nadie más me explicaría.
- Bueno, tranquila, todo está bien. Iremos poco a poco, intentando disfrutar, piensa solo en el momento.
Agachó su cabeza y empezó a lamerme el coño lentamente, notaba su lengua recorriendo mi vagina. Ya no sabía si era por mi o por sus babas pero notaba como chorreaba. Mi posición no era muy cómoda pero en ese momento no me preocupaba. Mi padre me estaba comiendo el coño y me avergonzaba un poco que escuchara mi respiración, yo notaba como me estaba acelerando y respiraba más fuerte que antes. Él me junto las piernas para agarrarlas con una mano y dejar la otra libre. Notaba como me abría las nalgas, suponía que para meter bien su lengua. Se puso de pie para decirme que me tumbara en la cama, para que estuviese más cómoda. Así lo hice, arrastrando mi espalda, me centré en su cama, descansando mi cabeza sobre su almohada. Podía ver que la polla de mi padre estaba ahora un poco flácida. Mi padre se tumbó en la cama para seguir haciéndome sexo oral. Llevó una mano a mi abdomen y con la otra me masturbaba mientras chupaba mi clítoris. Llevé mi mano a mi abdomen, buscando la suya, pero algo me hizo detenerme. Había metido un dedo en mi vagina. Notaba como entraba y salía mientras su lengua recorría mi género. Me agarré con mis manos al cabecero de la cama. Estaba disfrutando tanto que de vez en cuando se me escapaba un gemido y me tapaba la boca rápidamente.
- No pasa nada cariño, si te apetece gritar, hazlo, está bien. Relájate y haz lo que el cuerpo te pida.
Se incorporó de rodillas, entre mis piernas, y colocó su pene sobre mi vagina. Veía que estaba flácida, mi padre la agarraba como un trozo de carne para golpear en mi vulva. No tardó mucho en empalmarse. La pasaba entre los labios, sin meterla por mi coño. De arriba a abajo, empapando su pene con esa lubricación excesiva que yo tenía. Mientras frotaba el glande sobre mí, me dijo:
- Quiero que seas tú la que marque el ritmo, ponte encima de mí, para introducírtela lentamente. Puede que, al ser la primera vez, tengas molestias. Pero es totalmente normal hija. Solo ve a tu ritmo.
Mi padre se tumbó en el centro de la cama, mirando hacia arriba, su pene erecto y duro le caía sobre el abdomen. Yo alcé mi pierna para quedar montada encima de él. Mis manos estaban apoyadas en sus pectorales y el agarraba su miembro para dejarlo hacia arriba. Mientras lo miraba, fui relajando mi cintura para que fuese bajando, noté cuando su pene entró en contacto con mi vagina. Con miedo, seguí descendiendo, podía ver y sentir como la polla de mi padre iba entrando lentamente. El me agarraba, con una mano, de la cintura mientras se la sujetaba con la otra. Era una sensación extraña a la vez que placentera, tenía la necesidad de tenerla dentro de mí, pero mientras más bajaba más me dolía. Notaba la presión de su pene con mi vagina, parecía que no fuese a entrar. Cerré fuertemente los ojos y apretando los dientes, terminé de introducirla. Mi padre me felicitó y me mostró lo orgulloso que estaba. Puso sus dos manos en mis nalgas y me dijo que me dejase llevar. Yo seguía apoyada en su pecho con mis manos y empecé a moverme como había visto en alguna película para adultos. Los jadeos de mi padre me hacían pensar que estaba disfrutando, tanto como yo. Notaba como entraba y salía, sentía la lubricación y oía el sonido que todo ello producía. Mi padre me dijo que me diese la vuelta, y sin sacarla, por miedo, le di la espalda quedando ahora apoyada sobre la cama, con mis manos entre sus piernas.
Ahora pienso que mi padre se sentía incómodo viéndome la cara. En esa posición lo único que veía era mi culo moviéndose mientras yo metía y sacaba su polla de mi coño. El me agarraba fuertemente de las nalgas para marcarme el ritmo, un grito se me escapó cuando sentí uno de sus enormes dedos penetrándome el culo. No quería, pero no podía dejar de gritar, tenía la sensación de orinarme encima. Podía oír a mi padre decirme
- ¡Muy bien hija, eso es!
No recuerdo cuánto tiempo había pasado, cuando mi padre me dijo que era hora de terminar. Me pidió que me tumbara al filo de la cama y, mientras yo lo hacía, él se limpió un poco de sangre que tenía en los genitales. Me explicó que era sangre mía, pero que era normal, por ser la primera vez.
- Abre la boca cariño, tienes que probar esto antes de terminar para saber si te gusta o no. Es por ti, para que no te coja por sorpresa.
Apoyó su glande en la comisura de mis labios mientras se masturbaba a una velocidad que yo no habría sido capaz. Lo hacía con su mano izquierda, para tocar mis pechos con la derecha. Antes de que me diese cuenta, un borbotón de semen inundaba mi boca. Aún recuerdo esa textura cálida y espesa chorreando por mi cara. Como un acto reflejo me tragué lo que tenía en la boca mientras mi padre exprimía su polla en mi cara. El sabor, amargo y un poco metálico, no era del todo desagradable. Mi papá se había corrido de una forma que aún no he vuelto a ver, quizás lo tenga sobrevalorado en mis recuerdos, no lo sé.
Cogió una toalla, de la ropa limpia que estaba en el suelo. Me limpio la cara, con una sonrisa, felicitándome, me dijo:
- Ya eres una mujer, estoy muy orgulloso de ti. Recuerda no hacer nada que no quieras y contar conmigo, yo siempre estaré a tu lado para lo que necesites.
Puede que haya gente que no lo entienda, que piense que fui violada por mi padre. La verdad es que agradezco mucho lo que hizo y, aunque no se volvió a repetir nada parecido con él, me solventó cada duda y curiosidad que se me presentaba. Era como mi sexólogo particular. Estuvimos más unidos que nunca, y le echo mucho de menos. Las lágrimas que caen por mi mejilla, son prueba de ello. Espero que allá donde esté sepa que, lo que hizo aquel día, me ha servido hasta el día de hoy. Nadie me ha follado como lo hizo mi padre.
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