La graduación de mi sobrina , Gigi(gigi_mad@hotmail.com)
Viernes, dos de la tarde. Una hora para salir del trabajo. Por delante un fin de semana para descansar. La semana había sido dura y no tenía ganas de nada. Además, desde que mi sobrina me dijo que tenía novio las cosas, a decir verdad, no eran iguales. Mucho morbo al principio, pero estaba claro que lo nuestro se derrumbaría como un castillo en la arena. No obstante, que me quiten lo bailaó, pensaba asiduamente. Para quien no lo recuerde entre mis relatos están algunos con mi sobrina: como nos enrollamos por primera vez en la piscina, como nos volvimos a liar en varios sitios. Quien quiera puede echar la vista atrás y conocer los pormenores. Seguro que disfrut casi tanto como yo. En fin. El caso es que, a esa hora, cuando yo ya estaba con un pie en la siesta me llega un WhatsApp de mi sobrina María: “Tío, ¿qué haces esta tarde?”. De súbito me dio un vuelco el corazón y la polla, ante la llamada de la selva, se me puso dura nivel hormigón. “Hola cariño”, le contesté. Yo siempre usaba ese lenguaje meloso tratando de alargar nuestra historia lo máximo posible, creyendo que entra ella y yo había algún tipo de sentimiento en juego. “Pues no sé qué me tendrá preparado tu tía, pero en principio poca cosa”. Lo dejé un poco ahí sabiendo que ella me iba a proponer algo. A los cinco minutos me vuelve a escribir. “Es que tío, es mi graduación. Voy a una fiesta con los de clase. Y se me había ocurrido.... Sí quisieras venir a mi casa para ver lo guapa que voy a ir”. Estaba claro que con apenas dieciocho años era una verdadera colgada del sexo y que esa era la razón por la que me tenía loquito. Ver cómo iba de guapa, traducido, significaba ni más ni menos que quería echar un polvo antes de irse de fiesta. Riéndome para mis adentros le contesté tratando desde ya de caldear el ambiente: “¿Es que vas a ir muy guapa?, ¿más de lo normal?, ¿y cómo vas a ir?” Mientras lo escribía mi cabeza nadaba entre un mar de excusas que poner a mi mujer esa misma tarde. “No te quiero decir nada más que llevaré tanga, es que si no se me trasparentan las bragas y me ha dicho mi mamá que queda feo”. Y como añadido al mensaje una foto de ese supuesto tanga que iba a llevar. Tuve que hacer malabarismos para no correr al baño y hacerme una tremenda paja pero posponiendo como todo señor maduro y responsable el placer aguanté las ganas preguntando por la hora exacta. “A las 8 mamá tiene que irse a trabajar y me quiere ver ya vestida. Y yo he quedado a las 9. Así que no te digo más. Te espero, besos tío, besos húmedos”. De inmediato mi cansancio había desaparecido y mis ganas de no hacer nada se habían transformado en un hambre atroz de follarme de nuevo a mi sobrina. Estaba claro que la noche para ella iba a ser larga, que después de la cena quedaría con su novio y que ahí sí que se la iban a follar bien. Pero no pasaba nada. Mejor eso que nada y que por mí se podía tirar a media ciudad si yo, de algún modo, tenía preferencia. Nada más llegar a casa inicié mi labor de labrarme una excusa: - Cariño -dije a mi mujer- tengo un dolor de cabeza tremendo, voy a ver si duermo un rato que luego he quedado para jugar al paddle con Miguel. Podría ser más sutil, pero la verdad es que quería estar solo y dormir un poco para aguantar bien las ganas de lo que iba a pasar en un par de horas. Mi mente no dejba de imaginar a mi sobrina vestida para la ocasión y tenía que hacer un gran esfuerzo por acallar la erección de mi polla. -No te preocupes cielo, tengo que ir ahora a la pelu y a la esteticien, a depilarme...entera. Vaya, con eso sí que no contaba. Iba a tener ración doble. ¿Demasiada presión? Dormí lo que pude y a las 7, y tratando de calmar mi polla tranquila, salí del dormitorio. No había nadie. Mejor que mejor. Me vestí y antes de la hora salí de casa andando hacia la casa de mi sobrina. Me senté en un banco enfrente de su portal, a una distancia considerable, y esperé pacientemente hasta que vi a mi cuñada salir dando grandes pasos. Miré la hora: las ocho pasadas. Se había retrasado, seguramente dando los últimos retoques a su niñita, a esa dulce jovencita que estaba a punto de follarse de nuevo a su tío. Esperé unos minutos de cortesía no fuese a pasar algo extraño y mi cuñada tuviese que volver. Pero antes de que decidiese ponerme en marcha un mensaje de mi sobrina me hizo saber que ya era tarde: “Tío, ¿no vienes? Te estoy esperando con unas ganas locas de que me digas que tal me queda el vestido, mamá dice que muy bien...”. No contesté porque apenas veinte segundos después ya estaba llamando al timbre de su casa y minuto y medio más tarde estaba tocando su puerta esperando a que abriese. -¡¡Hola tío!! -dijo echándose al mismo tiempo hacia atrás y dejando que la contemplase entera- ¿Qué tal estoy? Estaba para comérsela, con la mirada, con la mente, con lo que hiciese falta. Con sus gafitas de empollona, su melena rubia cayendo hacía uno de sus hombros, sus ojos azules resplandeciendo de lujuria y su boquita ligeramente pintada –lo que su mami le había dejado- era la perfecta Lulú.
Mientras nos besábamos recorrí su cuerpo con mis manos intentando dejar grabadas en la yema de mis dedos las sutilezas de su cuerpo de mujer incipiente.
El vestido, era cierto, le sentaba como un guante y remarcaba e insinuaba cada una de sus formas sin ser por ello soez ni extremadamente provocativo. Se trataba de un dos piezas blanco con motivos geométricos negros: una falda hasta un poco por encima de las rodillas que le marcaba el culo con rotundidad y un top nada ajustado pero que ante el más leve movimiento de María dejaba intuir la forma de unos senos adolescentes y en su punto exacto de forma, tamaño y dureza. Todo ello conjugado con unas sandalias romanas de medio tacón que por si fuera poco la realzaba todavía más. No estaba acostumbrado a verla con tacones y aquellos me calentó muchísimo. Quise decirla algo pero no tuve fuerzas y abalanzándome sobre ella le volví a comer la boca mientras, esta vez, sabedor ya del terreno exacto que estábamos pisando, introduje mi mano por dentro de su top para hacerme con una de sus tetas. De repente di un respingo: la muy puta, mi sobrina, no llevaba sujetador.
¿Qué le iba a poder contestar? Esas preguntas, y menos a un tío que te está comiendo la boca, no se hacen. Lo único que se me ocurrió fue levantar el top ligeramente y meterme una de sus tetas en la boca, saboreando la excitación palpitante de sus pezones apenas ya erectos por mis mordisqueos.
Haciendo cálculos mentales de la hora que pudiera ser concreté que la hora había llegado. Pfff, estaba como un toro y deseaba correrme dentro de ella de lo preciosa que estaba. No sabiendo todavía muy claro lo que hacer con ella entramos en el salón y la puse de espaldas al aparador. Le tiré ligeramente del pelo, le mordí la boca, rebocé mi polla contra su culo, y metiendo la mano por su entrepierna lo vi claro. Lo primero que comprobé es que efectivamente llevaba tanga. Y lo segundo es que estaba ya mojada, muy mojada, tanto que no tuve problema en meter un dedo por ese coñito que tanto me gustaba. Queriendo avanzar le bajé el tanga hasta las rodillas y le subí la falda hasta la cintura. Olía a hembra deseosa, a mujercita húmeda. Se retorcía de placer, con las manos apoyadas en la encimera y dejando que se tío inspeccionase a fondo los terrenos más íntimos de su anatomía. No podía irme, estaba claro, sin paladear y degustar los jugos que manaban de su entrepierna y arrodillándome enfrente de ella le separé el culo lo suficiente para tener libre acceso tanto a su coño como a su culo. Y es que en un arrebato de locura me dieron unas tremendas ganas de follarla el culo, de reventarla, de partirla por la mitad. Un primer lengüetazo alrededor de su culo le hizo estremecer pero un segundo fue mortal porque de inmediato María supo lo que iba a pasar. Primero y para humedecerla más le metí dos dedos por su sexo y empecé a follarla para, dejándola al borde del clímax, meterle otro dedo un por el culo.
Me humedecí el capullo con saliva lo máximo que pude y con tacto y delicadeza, sabiéndome la dinamita que me traía entre manos, empecé a meter la polla por el culo de mi sobrina. María gritaba, gemía y jadeaba pero a cada poco que mi polla se adentraba en ella me invitaba, como loca, a seguir, a no parar.
Así hasta que estuvo toda dentro y agarrándola de las caderas empecé a follármela, despacio, atento a sus movimientos, sensible a sus requerimientos. Pero enseguida se vio que aquello se nos iba a ir de las manos muy muy pronto.
Cerré los ojos y como pude aguanté su embestida, su cuerpo temblando entre mis manos, la corriente de electricidad que la atravesó de pies a cabeza en un orgasmo colosal.
Sentía mi polla palpitante, bien dura dentro de su culo, apunto de correrme dentro de ella y llenarla de semen caliente. Le volví a tirar del pelo y a pellizcarla los pezones. No quería perderme nada. No quería correrme, por mi hubiese estada así varias eternidades. Le bajé el top para tener una visión completa de sus tetas: tenía los pezones de punta, totalmente erectos. - Acariciatelos cielo, tocatelas mientras te sigo follando... De inmediarto obedecio y he de confensar que el verla gemir pellizcándose los pezones mientras mi polla entraba y salía de su culo respingón casi me corro de inmediato. Traté de aguantar como pude pero entre que el tiempo apremiaba y que a María le empezó a sobrevenir otro orgasmo no tuve opción. La agarré del cuello, bajé mi mano despacio por su espalda mientras mi polla, como un aspersor, empezó a bombear olas de leche en el apretado culito de María.
María, como loca, empezó a correrse mientras recibía mi regalo con un profundo gemido, mitad dolor mitad placer, mientras sus ojos bizqueaban y su cuerpo entero temblaba en un espasmo cenital. Rendidos, sofocados y muertos de placer nuestros cuerpos, todavía acoplados, empezaron a relajarse. Así hasta que mi polla, ya flácida, salió de su culo recién folladito. - María, ha estado mortal... - Nunca me habían dado por el culo, me ha encantado tío... Sonreí y agradeciendo el cumplido la besé pasionalmente. Me la hubiese follado dos y tres veces más, pero el tiempo se había cumplido y, además, tenía que reservarme si mi mujer quería también guerra esa misma noche. Llegué a casa, me di una ducha y tumbado en el sofá esperé a que mi mujer volviese. Cuando lo hizo la verdad es que fue directa al grano.
No me hice de rogar, obviamente. Pocas cosas me gustan más que comerme el coño de mi mujer. Lo único, eso sí, es que cuando acabó de correrse le obligué a comerme la polla hasta el final. Y es que la perversión me podía: ¡si supiese mi mujer donde había estado esa polla apenas una hora antes, si supiese que acababa de follarme el culo de su sobrinita de dieciocho años....! Apenas me corrí en la boca de mi mujer me vinieron las imágenes de la follada que le acababa de clavar a María. Su culo, su boca, sus pezones, su forma de correrse en mis brazos... Tanto fue a´si que otra oleada de semen cubrió la lengua de mi mujer.
Como colofón a una tarde-noche inolvidable al ratto llegó un mensaje de María: “tío, no deja de salirme semen del culo, estoy super caliente, cada vez que noto una humedad de leche en mi culo me estremezco pensando en ti... Te deseo, besos”. Y de regalo adjuntaba una foto de sus tetas desnudas: para acabar la noche me fui al baño y allí, rememorando la follada anal que le acababa de hacer a mi sobrinita, me corrí como un bendito. |
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