Semana de paseo, sexo y violación parte 1 andrea(andreaspilar00@gmail.com)

 Parte 1

Queridos amigos lectores: Mi nombre es Andrea, es nombre ficticio de verdad, lo demás es real, tengo 25 años de edad actualmente, soy casada, mido 167 centímetros de estatura, 70 kilogramos de peso, contextura mediana, pierna largas con unas buenas nalgas de colita respingada, unas tetas talla 34 b, mi piel es clara, mi cabello largo, lacio color negro, mis ojos son café claros, en fin tengo gracias a Dios, un buen cuerpo, unos atributos que muchas envidian y los hombres desean, mi cuerpo me encanta, sé que no pasa desapercibido, ya que cuando voy por la calle recibo muchos piropos unos muy bonitos, otros un tanto pasados y hasta morbosos, recibo también miradas, gestos y otras cosas de parte de los hombres, tampoco tengo hijos debido a que cuando niña me practicaron un aborto en una clínica clandestina, allí me sacaron la matriz, por ese motivo no puedo concebir.

Mi esposo es un buen hombre, 2 años mayor que yo, de 180 estatura, de 72 kilos de peso, trigueño, pelo crespo y negro, delgado, bien aspectado en todos los sentidos, las chicas lo ven y no son indiferentes a sus gustos, llama la atención de ellas en todos lados, profesional, trabajador, juicioso, bueno en la cama, sé que me la ha jugado varias veces, lo he perdonado porque aprendí a pagar con la misma moneda. Aquí sólo quiero desahogarme de estos recuerdos, revivirlos y compartirlos con aquellos que buscan algo de diversión por este medio, dejo constancia de que mis relatos son verídicos y no sacados de la fantasía de alguien.

Hoy les relataré una vivencia un tanto fuerte que pasé en una de las tantas visitas a la finca del tío Julio.

Desde que nos hicimos amantes con el tío Julio, era casi costumbre de él invitarme todos los meses a la finca, allá es amañador, lejos de la civilización, el tío muy especial y cariñoso, mi esposo siempre me dejaba ir sin sospechar jamás nada. El tío insistía en que yo estuviera en la finca, obviamente ya éramos amantes más descarados, mi esposo siempre me autorizaba esos viajes, lo que me daba cierta confianza y seguridad y seguramente a mi esposo también.

Para la época en que relato esta historia ya Alfredo (el anterior mayordomo) se había ido para otra finca a emplearse allá, en su reemplazo estaba Riqui, un poco más joven, un negro cimarrón de unos 22 años, de mediana estatura, delgado atlético, que siempre estaba atento junto con su mujer, una señora unos 15 años mayor que él para atenderme en lo que se me antojara.

Ese día el tío Julio había acordado de recogerme en el terminal de buses, como siempre solía hacerlo, sin embargo, ese día no pudo prender su camioneta, debido a que la batería se agotó o algo así, en su defecto pidió a su empleado Riqui, quien ejercía como mayordomo de esa hacienda, que me recogiera en su motocicleta por ser de su confianza.

Para ese día me había vestido con una minifalda color negro muy cortica, una blusa blanca cortica y transparente, mi brasier rojo se notaba totalmente, unas zapatillas de correas, ya que mis planes eran calentar al tío Julio durante el viaje o que fuéramos a otro pueblo antes que, a la finca, recordemos que allá el calor sobrepasa fácilmente los 30 grados, es como estar en la costa o un poco más caluroso.

Cuando llegó mi bus, me bajé a esperar que sacaran mi maleta de la bodega, en donde llevaba mi ropa y accesorios para mi estadía, se me acercó Riqui, aunque ya lo conocía, se presentó contándome el percance del tío Julio, recogió mi maleta, muy atento, quería salir de una vez para la finca, pero, decidí desayunar primero ya que tenía mucha hambre.

En el restaurante no se me ocurrió entender, el por qué, Riqui, se inclinaba cada momento, estirando su cuello hacia mí, no lo entendí en ese momento, resulta que, por lo corta de la mini, se me veían los calzones rojos que llevaba puestos, el otro ni corto ni perezoso gozaba con el espectáculo, mientras entrábamos en confianza charlando y terminaba mi desayuno.

Riqui, como la mayoría de esos habitantes de esa región, vestía unas sandalias raídas por el uso y trabajo, una pantaloneta sencilla de muchos colores que llegaba casi a la rodilla, una camisilla sin mangas, no quiero decir que estuviera mal, ese es el atuendo de una persona de trabajo.

Nos subimos a la moto, Riqui tomó mi maleta y se la acomodó delante de sus piernas sobre el tanque de la gasolina, yo quedé libre para poderme agarrar de su cintura, pues quedaba muy alta, un tanto incomoda en esa motocicleta, además me daba miedo la velocidad que desarrollaba para impresionarme seguramente.

Por el camino se detuvo para cargar combustible lo cual apago  el  moto, me ofrecí a pagar el combustible, no aceptó, pero dijo tener sed por el calor que estaba haciendo, que gastara entonces algo de tomar, resultamos tomando dos cervezas cada uno, estaban bien heladas, deliciosas, especiales para el clima. Salimos nuevamente por nuestro camino, la confianza entre nosotros había aumentado y charlábamos de todo un poco.

A pesar del regular estado de la carretera Riqui desarrollaba una alta velocidad, yo iba agarrada muy duro de la cintura de Riqui, mi cabeza pegada a su espalda para conservar el equilibrio, por momentos le decía que fuera más despacio, jamás me escuchó, solo decía más adelante toca despacio, la carretera está muy mala, llena barro, huecos y agua por las lluvias, casi no hay camino seco por donde pasar,

Efectivamente sucedió que el camino comenzó a ponerse bien feo, charcos de agua y lodo, de repente sentí que la moto se atravesaba dentro de un charco de esos que abarcaba toda la carretera de lado a lado, la moto pareció resbalar, Riqui, cual hábil conductor, se paró en los pedales seguro para mantener el equilibrio,

En ese momento mis manos del susto tan hp se resbalaron también, llegando a bajar un poco su pantaloneta, de manera inconsciente, con mi mano izquierda me agarré de su miembro apretándolo con mucha fuerza, por encima de esa pantaloneta, repito y de verdad fue involuntariamente, por el miedo a caerme y el afán de poder agarrarme de algo, mientras gritaba unas groserías del susto.

Al superar ese obstáculo del camino, me disculpé repetidamente, perdón, perdón, perdón, fue sin culpa, yo no quería agarrarme de ahí, perdón si le hice año, etc., sentí que estaba roja como un tomate, esas sensaciones del susto y la sensación de ese miembro en mi mano me confundían, en mi mente quedaba el recuerdo y la sensación de haber tenido esa manguera en mi mano, aun así, se sentía la fortaleza de ese músculo.

Tranquila mi reina, fueron sus palabras, yo sentí fue una hermosa caricia, no es necesario pedir perdón, todo lo mío está a sus órdenes, lo que necesite, cuente conmigo, para lo que sea, eso decía mientras se acomodaba sus ropas.

Usted tiene unas manos muy suaves, muy tiernas, además que es muy hábil para agarrarse, o nos hubiéramos caído en ese charco y el patrón me hubiera despedido, me dijo Riqui con una sonrisa y cierto orgullo por su pericia.

Gracias a usted que es muy hábil para manejar en esta trocha, le respondí.

Arrancamos nuevamente algo más tranquilos, Riqui me agarró una mano para despegarla de su cintura, es que vas apretando mucho, relájese, ya estamos en mejor camino, aunque no se confíe. Mis nervios me hacían agarrarme fuerte como si eso minimizara el peligro.

No quiero justificarme, pero en una de esas cogidas de mano que me hizo el negro Riqui, no sé qué sentí en ese momento, esas manos rudas, fuertes, firmes pero suaves a la vez, obnubilaron mi mente, instintivamente arrimé mi cabeza contra su espalda, mis manos se relajaron, subiendo por su vientre lo más alto que pude, rumbo a su pecho, mi cabeza suave contra su espalda, una caricia involuntaria, creo que era mi forma de agradecer.

Riqui, paró de nuevo la motocicleta, me volteó a mirar y dijo, uy señora Andrea, usted me pone nervioso, de pronto nos caemos y el patrón me mata si algo le pasa a usted.

Perdón, es que seguramente quise agradecerle que no me hubiera dejado caer en ese barro. ¿te puedo dar un abrazo? Le pregunté a Riqui.

Sí señora, con gusto, fue su respuesta. Él se giró y nos abrazamos, le di un beso en la cara. Ese era el inicio de una amistad, que, como una riada, no se podría controlar, olvidé por un momento que un simple beso es la cuota inicial de un polvo y eso sería lo que tendría que pasar horas más tarde.

Cuando nos acomodamos para continuar esa travesía me dijo con voz entre cortada: si quieres tocar toque, pero con cuidado, toque todo lo que quiera, ese apretón me dejó pensando e imaginando muchas cosas. No dije nada y arrancamos.

Llegamos a otro trayecto que tenía una serie de pozos con agua y barro, como en casi toda esa parte de la carretera, creo que Riqui lo hacía adrede al pasar por encima de esas imperfecciones de la carretera, al tiempo que se trataba de levantar en los pedales, entendí que quería seguir jugando para atemorizarme o que le agarrara esa vergota.

Mi instinto Putin se despertó en mí, metí mi mano izquierda por entre su pantaloneta a la vez que pegaba mi pelvis contra sus nalgas, mi otro brazo lo agarraba por debajo de su brazo hacia el pecho, le logré agarrar una verga larga, semi-erecta, sin embargo, se la sentía fuerte, la apreté con algo de fuerza, Riqui bajó la velocidad de la moto hasta quedar frenado, para ese entonces su verga estaba dura pues crecía a cada instante,

Riqui me preguntó: ¿quieres que nos bajemos? NO, aquí no, fue mi respuesta contundente, sigamos que el tío nos espera, es solo por molestarlo nada más.

Llegamos a la casa y como sin nada, traté de ignorar al máximo a Riqui, me dediqué al tío Julio, mi amante de hace un tiempo.

Riqui alistó una máquina de guadañar, se fue para arreglar un potrero, cortar la maleza para evitar que las culebras estuvieran por ahí. Me acomodé en la habitación que regularmente me asigna el tío.

El tío me preguntó por el viaje, por Riqui, por la familia, etc., mientras yo sacaba mis cosas y las acomodaba en un estante metálico, igual a los que hay en las tiendas de barrio, todo excepto mi ropa interior.

Cuando terminé, el tío se me acercó para echarme flores por mi vestimenta, por mis piernas y el buen gusto para vestir, nos abrazamos, nos besamos con pasión, pronto ya estaba sin mis bragas, mi pequeña minifalda estaba en mi cintura, la mano del tío y sus dedos empezaron a hurgar entre los labios de mi vagina, ¿por qué estás tan húmeda y mojada? Preguntó el tío Julio. La verdad venía pensando en ti y los momentos maravillosos que íbamos a pasar juntos, no podía confesarle que estaba húmeda por la emoción de agarrarle la verga a Riqui para provocarlo.

Esa respuesta puso al tío Julio muy cachondo, su verga se puso a reventar, haciéndome acomodar sobre la cama, se acomodó encima de mi humanidad, mis piernas se abrieron de par en par, permitiendo que el tío se acomodara encima de mí, aún con sus ropas puestas, excepto su pantaloneta que estaba a media pierna o rodillas.

Me abrazo metiendo un brazo por debajo de mi nuca, nuestros labios se trenzaron en un beso eterno, mientras su otra mano ayudaba a dirigir su verga hacia mi agujero vaginal. Entró sin tropiezos, hasta el fondo, mi cintura hacía unos movimientos como tratando de levantarse para apoyar cada estocada, mis piernas se abrazaron a su cintura para evitar la salida de esa verga que estaba entrando y saliendo sin cesar, en un movimiento rítmico.

A medida que pasaba la ansiedad del encuentro con el tío, éste buscaba mi cuello y mis teticas para chupar y lamer a su antojo. Me volteé, poniéndome en cuatro patas, al estilo perrito, pero antes, procedí a propinarle una mamada de garganta profunda, mientras apretaba con suavidad sus huevas, me acomodé para ser penetrada, ahí sentí con mayor fuerza esa verga taladrando hasta mis intestinos, pero me gustaba y mucho, también calmaba mi calentura que iniciara con el negro Riqui.

Pronto sentí los espasmos del tío Julio y sus contracciones bombeando su leche dentro de mi humanidad, sus movimientos de meter y sacar se hicieron más lentos hasta detenerse por completo, teniendo aún su verga dentro de mi raja, hasta que fue expulsada, flácida y sin fuerzas para continuar, me encanta esa sensación cuando sale expulsado, hay un cosquilleo indescriptible, como si estuviera vomitando por allá.

Nos quedamos un rato acostados, abrazados y besándonos, seguramente parecíamos dos muchachitos de colegio, como si nunca nos hubiéramos visto antes.

Él se levantó a arreglar el almuerzo, en ese momento me di cuenta que no había nadie más en la casa, me dijo el tío que la mujer de Riqui estaba por otro municipio, visitando a dos hijas que tenía allá y que vivían con la abuela.

Yo me coloqué mi traje de baño, una camiseta vieja y ancha que llevaba, me quité el brasier, me coloqué una pantaloneta también ancha para poder meter mis manos para restregar mi cuerpo, unas chancletas plásticas, recordemos que allí no hay ducha, toca con una totuma, taza o tarro echarse agua encima.

Estábamos luego en la cocina terminando el almuerzo, para ese día era pescado de caño, yuca, arroz y tajadas de plátano macho fritas, cuando el tío recibió la llamada de un vecino, que se iba para Barrancabermeja, él recordó y aprovechó para pedir el aventón de comprar los repuestos, exactamente nunca supe que era, eso lo demoraría toda la tarde. Me comprometí a servir el almuerzo a Riqui, cuidar la casa y reposar en la tarde para esperarlo en la noche.

Al ver que eran más de las dos de la tarde, Riqui no llegaba a almorzar, decidí empacar en una vasija su almuerzo, coger camino hacia donde estaba limpiando la huerta, el ruido de la guadañadora me iba guiando, llegué y me hizo señas que me hiciera debajo de una mata de mangos, un árbol viejo, frondoso, muy poca fruta cogían de él, la mayoría era alimento de las aves y animales silvestres.

Llegó Riqui y se despojó de sus atuendos de seguridad y quedó en su ropa normal, se sentó, recibió la vasija con el almuerzo, me despedí para regresar a casa, entonces Riqui me dijo: Este, ven acá, siéntate y reposa un poco el sol, charlamos mientras almuerzo y luego te vas.

Me dispuse a recoger un mango amarillo y sanito que estaba caído, un grito de Riqui me hizo reaccionar: deja eso ahí, ya te bajo unos frescos, eso no está limpio.

Riqui dejó a un lado la tasa de su almuerzo lo más rápido que pudo, creo que, en menos de un minuto, se trepó al árbol y empezó a bajar mangos maduros.

Se bajó velozmente, me los entregó con cierta amabilidad y una sonrisa en su rostro. En la charla siguiente me dijo que estaba aún muy emocionado por lo que había pasado, que sentía esa sensación de mi mano en su miembro, que no podía dejar de pensar en eso, que yo era una mujer ideal, muy hermosa, que también era una guerrera porque no me había dejado caer, que había dominado esa situación peligrosa.

Siguieron los halagos, los elogios y una súplica que le permitiera darme un beso, devolverme el que yo le había dado en la cara, que si en la mano, que si en la cara, que si aquí que si allá, hablaba sin parar, rogando o suplicando que le diera una oportunidad de matar esa gana que sentía.

Como también estaba agradecida por su pericia, le permití que me tomara de una mano, el muy lanzado me jaló hacia él y nuestros labios se juntaron, ese beso sería el inicio de un momento maravilloso, nuestros cuerpos se juntaron, es decir se pegaron ante la fuerza de ese negro Riqui y la poca o nula resistencia de mi parte.

Inmediatamente sentí algo duro que iba creciendo en la zona de mi cintura y estómago, obviamente sabía que era la verga de ese negro cimarrón que empezaba a crecer, esperando encontrar mis labios vaginales para perderse en una penetración para nuestro deleite y disfrute, esos pensamientos me hacían salir chorros de mis fluidos vaginales, sin importar que hacía menos de tres horas que había estado llena de la verga del tío Julio.

Sus manos acariciaban mis cabellos, bajaban por mi espalda, me apretaban con fuerza mis nalgas, pero sin ser ordinario, sabía lo que estaba haciendo, también se sentía la fortaleza de todo su cuerpo, nos fuimos agachando al piso, cayendo como sincronizados, como si hubiéramos pactado ese momento.

Acomodó sus ropas de trabajo a manera de colchón improvisado, ahí me acosté encima, me arrancó mi pantaloneta que llevaba puesta en ese momento junto con mis tangas, se acomodó para comenzar a lamer mi vagina, sus labios y lengua recorrían mi raja de arriba abajo y viceversa, yo levantaba mi cintura para ayudar a que estuviera más cómodo, ya no me acordaba que ahí había estado la verga del tío Julio horas antes, sus dedos trataban de abrir y estirar mis labios vaginales para poder llegar más adentro, esos pellizcos suaves que me daba al estirar mis labios me hacían sentir algo diferente al dolor o incomodidad.

Yo saltaba de gozo con cada embestida de esas, igualmente sentía que una gran cantidad de jugos eran emanados de mis entrañas, todos se los chupaba ese negro cimarrón; él se me acomodó encima de mí, oh, oh, que rico, dale duro, fue mi exclamación cuando entró esa vergota de unos 25 centímetros, en ese momento se me antojó medio metro, sentí que me llegó hasta el pecho esa primera metida.

Ese negro tenía un ritmo impresionante, situación que me hacía tener un orgasmo detrás del otro, entre tanto una de sus manos se agarraban a mis tetitas apretando con firmeza cada tanto, su sudor caía sobre mi pecho, pero eso no era óbice para que él siguiera taladrando mi raja ni para que yo disfrutara a mi antojo,

Quiero que me lo mames un poquito, dijo Riqui, colocó sus rodillas debajo de cada una de mis axilas, ahí pude ver su vergota por primera vez, una serpiente de por lo menos 30 centímetros o más, negra como la noche, parecía un arco doblada hacia la izquierda, una de sus manos me agarró por debajo de mi nuca para facilitar y ayudar a que estuviera pegada a ese miembro sin cansar mi cabeza.

Me la tragué de inmediato, saboreando mis propios jugos mezclados con los de Riqui, mientras mis manos atajaban su cuerpo para evitar que me la hiciera tragar sin control mío. Chupaba y chupaba con avidez,

Riqui se quejaba suavemente, me la tragaba hasta el final apretando con mis dientes para que sintiera más, échamela adentro, recordé en ese momento a mi profesor de música y su hermano, mis maestros de garganta profunda, gracias a ellos ahora disfrutaba a mi antojo de cualquier vergota en mi boca.

Métemela nuevamente, le dije con seguridad, quiero sentir esa lechada dentro de mí. Se volvió a acomodar entre mis piernas taladrando sin parar, por momentos se detenía para besarnos con salacidad,

Aceleró el ritmo, comenzaron sus espasmos, sentí su verga saltar dentro de mí, igualmente su chorro de leche caliente inundar mis entrañas, se dejó caer encima de mí para recuperarse, vaya que polvo de rico, tienes una chocha muy gorda y deliciosa, además eres una mamona profesional, dichoso su marido que la tiene a su antojo, me dijo sin pudor, sin vergüenza, casi como un reproche, de todas maneras, agradecí, pues todo eso era verdad.

Me acomodé mis ropas sin tener con qué limpiar el semen que estaba escurriendo, volví a la casa, saqué una cerveza de la nevera y me dispuse a bañarme nuevamente, era mi tercer baño, uno al levantarme en la mañana, otro después de estar con el tío Julio y este, lavar la leche del negro Riqui.

El equipo de sonido dejaba escuchar música a muy alto volumen canciones vallenatas de una emisora regional, el calor llegaba a eso de los 35 grados centígrados en ese momento, un sol canicular quemaba todo. Yo disfrutaba cada tazada de agua al caer sobre mi cuerpo, ahí era otro clima, una sensación de frescura y placer indescriptible, era como una chica en un concurso de camisetas mojadas.

Esa noche dormimos con el tío Julio, abrazados y besándonos como un par de novios o de recién casados, nuestro romance con el tío Julio era un idilio completo.

Sin embargo, lo que pasaría al día siguiente no lo esperaba ni me lo hubiera imaginado jamás, también es digno de contar en la siguiente historia, como una parte 2.

Aquí termino otra historia de mi vida, una anécdota que recuerdo con cierta satisfacción, aquí solo pretendo sacar eso de mi mente, confesar, sanar y seguir con mi vida, no sé a dónde vaya a terminar todo esto, no busco amigo para intimar ni crear otros encuentros para salir con otros hombres. Tú amiga. Andrea del pilar. Andreas.

 


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